El pintor mejicano Ángel Zárraga pintó numerosos cuadros sobre el fútbol y el rugby; en este post trataremos sus retratos de jugadoras de fútbol: de hecho, fue el primer artista de la historia que se interesó por el fútbol femenino. Zárraga vivió en París, ciudad donde el fútbol femenino tuvo un cierto éxito en los años Veinte; cabe señalar que en las décadas precedentes las mujeres que decidieron jugar al fútbol no tuvieron una vida fácil. Para llegar a comprender la excepcionalidad de la situación parisina en los años Veinte y la importancia de los cuadros de Zárraga es necesario resumir brevemente la historia del fútbol femenino desde sus orígenes hasta los años Veinte del Novecientos.
Los orígenes del fútbol femenino
Las primeras jugadoras de fútbol se vieron en Gran Bretaña, tierra natal del football, ya a finales del siglo XIX. Las fuentes señalan dos clubes femeninos, uno fundado en Glasgow en el año 1881, el otro en Londres en 1895; ambos tuvieron que dejar de jugar después de unos meses. De hecho, mientras la sociedad de la época podía tolerar que las jóvenes jugasen al balón en el patio de casa, no aceptaba que fundasen un club de fútbol y que se exhibieran en público. Y todo ello por tres motivos: 1) el fútbol estaba considerado un deporte exclusivamente masculino; 2) no se aceptaba que una mujer hiciese “cosas de hombres”; 3) era considerado escandaloso que una mujer se vistiese como un hombre.
En aquella época los roles sociales estaban rígidamente definidos: la mujer tenía que ser guapa para encontrar un marido, tener hijos y convertirse en una buena esposa y madre. ¿Cómo podía hacer todo eso – se pensaba – si se ponía en ridículo corriendo detrás de un balón en un campo embarrado, dando patadas y codazos como los hombres? El fútbol no solo estaba considerado poco femenino, sino que amenazaba la supervivencia de la sociedad: de hecho, varios médicos declararon, no se sabe con qué fundamento, que afeaba a las mujeres, las masculinizaba y, lo peor para la sociedad de la época, las hacía estériles.
Mujeres y fútbol en tiempo de guerra
Este rígido control sobre las mujeres disminuyó durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), cuando la mayoría de los hombres fue llamada a las armas y tuvo que abandonar la casa y el trabajo. El puesto tradicionalmente reservado a los hombres fue ocupado por las mujeres no solo en la familia, sino también en las fábricas, que tenían que continuar con la producción de armas, municiones y todo aquello que el ejército necesitaba.

Edward Skinner, For King and Country (Por el rey y el país), 1916. Londres, Imperial War Museum © IWM (Art.IWM ART 6513)
Gracias al trabajo, las mujeres ganaron dinero y consiguieron una cierta independencia. En Gran Bretaña y en Francia muchas jóvenes empezaron a dedicar su tiempo libre al fútbol sin tener que enfrentarse a la hostilidad de la sociedad como ocurrió en el pasado. De hecho, en Gran Bretaña nacieron varios clubes femeninos, a menudo ligados a fábricas, que desarrollaban un rol que la sociedad del tiempo consideraba muy importante: organizar partidos de fútbol para recaudar dinero y donarlo a las familias de las víctimas de guerra. Dichos encuentros benéficos podían atraer a un gran público: por ejemplo, sabemos que más de 50.000 espectadores asistieron al match entre Dick, Kerr Ladies y St. Helen Ladies el 26 de diciembre de 1920 en el Goodison Park de Liverpool.
Sin embargo, la libertad que las mujeres habían conquistado en los años de la guerra fue desvaneciéndose paulatinamente cuando regresó la paz. Las fábricas prefirieron dar trabajo a los hombres y despidieron a las mujeres, que tuvieron que regresar a sus ocupaciones tradicionales. La sociedad ya no tenía necesidad del fútbol femenino que, como a finales del siglo XIX, fue nuevamente acusado de ser peligroso para la salud de las jóvenes. Si en Gran Bretaña el fútbol femenino fue desterrado ya en el año 1921, en Francia aún pudo sobrevivir algún año más.
El fútbol femenino en Francia
Desde finales del siglo XIX reinaba en Francia una cierta preocupación por un supuesto empeoramiento de la raza. Por este motivo, médicos, pedagogos y periodistas aconsejaban la actividad física no solo a los hombres, sino también a las mujeres; de hecho, pensaban que solo individuos fortalecidos por la gimnasia darían hijos fuertes y sanos. Por lo tanto, ya antes de la Gran Guerra nacieron sociedades gimnásticas femeninas que practicaban varias disciplinas; entre ellas no estaba el fútbol porque también en Francia estaba considerado no apto para las mujeres. Solo durante el conflicto varias sociedades gimnásticas encontraron las condiciones favorables para abrir también una sección de fútbol.
Sea dicho que en Francia el fútbol era una de las muchas actividades físicas que las mujeres realizaban en las sociedades gimnásticas que, como ya se ha visto, estaban consideradas útiles para la mejora de la raza. Fue gracias a la protección de dichas sociedades que el fútbol femenino pudo desarrollarse. Muchas sociedades gimnásticas se unieron en el año 1917 en la Fédération Féminine Sportive de France (FFSF) que en 1919 organizó el primer campeonato de fútbol femenino. La época dorada de este deporte fue durante la primera mitad de los años Veinte, un período de relativa emancipación femenina.
Ya en la segunda mitad de la década la sociedad francesa intentó alejar a las jóvenes del fútbol y acercarlas al baloncesto, que estaba considerado más adecuado a las características femeninas. La crisis económica de 1929 tuvo entre sus consecuencias en Francia un aumento de la hostilidad hacia el deporte femenino en general y el fútbol en particular; esto se tradujo en una importante reducción del número de mujeres futbolistas. Por lo tanto, en 1933 la FFSF dejó de organizar campeonatos.
Las futbolistas de Zárraga
En los años Veinte del siglo XX París era la ciudad con el mayor número de equipos femeninos; en uno de estos jugaba Jeannette Ivanoff, esposa de Zárraga. El pintor la retrató en el año 1922 en Las futbolistas junto a dos de sus compañeras de equipo.

Ángel Zárraga, Las futbolistas, 1922. Óleo sobre lienzo, 146 x 114 cm. Ciudad de México, Museo del Arte Moderno
Para que quedase bien claro quiénes eran las tres jóvenes, Zárraga pintó abajo a la izquierda una hoja con la inscripción: “de izquierda a derecha Jeanne Zárraga, Henriette Comte, Therese Renaut del club Sportives de Paris campeón de Francia de fútbol femenino en 1922. Pintor Ángel Zárraga”. De hecho, en el año 1922, las Sportives de Paris, vencedoras del campeonato parisino, derrotaron en la final 3 a 0 a las Sportives de Reims, adjudicándose así el título nacional. En el cuadro las tres futbolistas están de pie en primer plano; llevan botas con tacos, medias negras con líneas naranjas, pantalones negros y camiseta naranja con la S de Sportives de Paris. A sus pies hay un balón de fútbol; detrás de ellas hay una valla blanca, más allá de la cual otras futbolistas se entrenan delante de algunos espectadores. En el fondo se ven casas y, a la derecha, la chimenea de una fábrica. Lo que resalta en las tres futbolistas es la poderosa musculatura de las piernas, un detalle que debió de molestar a aquellos que, en el París de los años Veinte, sostenían que el fútbol masculinizaba a las mujeres. Para demostrar que esta teoría estaba equivocada, Zárraga exaltó en las jugadoras detalles típicamente femeninos como las facciones delicadas, los pendientes y el peinado cuidado. Además, hizo referencia a la iconografía de las Tres Gracias que, en la mitología greco-romana, eran diosas que aportaban a los hombres la alegría de vivir. En Las futbolistas Zárraga realizó una interpretación moderna de este tema, que en el transcurso de los siglos fue tratado por varios artistas: Raffaello, Rubens, Canova, etc. El cuadro ofrecía una imagen nueva de la mujer, casi revolucionaria para la época de Zárraga: de hecho, representa a tres jóvenes fuertes, atléticas, deportivas, seguras de sí mismas y modernas (veáse, por ejemplo, el reloj de pulsera de Therese Renaut).
Una imagen de la mujer igualmente innovadora se encuentra también en La futbolista morena del año 1926.
A diferencia del cuadro anterior, Zárraga no nos da indicios sobre quién es esta joven que nos observa con aire desafiante, los brazos en jarras y un pie apoyado en un balón de fútbol. Lleva medias y pantalones rojinegros y una camiseta roja con las letras NF, que se refieren a la sociedad Nova Femina. La jugadora está maquillada, lleva grandes pendientes rojos y, sobretodo, tiene el pelo corto: cabe señalar que uno de los principales signos de emancipación femenina en el París de los años Veinte era el peinado corto.
También la identidad de la deportista representada en La futbolista rubia del año 1926-27 es desconocida: se trata de una joven con el pelo corto como La futbolista morena que, a diferencia de las futbolistas de los otros dos retratos, sostiene el balón con las manos.
Lleva pantalones marrones, medias amarillas y camiseta del mismo color con las iniciales de la sociedad gimnástica parisina Académia. Es importante señalar que La futbolista rubia no tiene ni el aire desafiante de La futbolista morena, ni la potente musculatura de Las futbolistas. En resumen, el cuadro da una imagen mucho más dulcificada de las jugadoras de fútbol; quizás con esta pintura Zárraga quería demostrar que el fútbol no convertía a las jóvenes en agresivas, feas y masculinas como sin embargo sostenían, cada vez con mayor insistencia, médicos, pedagogos y periodistas en Francia durante la segunda mitad de los años Veinte.
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