
Thomas George Webster, Football, 1839. Óleo sobre tabla, 66 x 153 cm. Manchester, National Football Museum. Foto: Art UK
Hoy en día, el fútbol y el rugby son dos deportes muy diferentes entre ellos, que ni siquiera el espectador más distraído podría confundirlos. Aún así, rugby y fútbol tienen orígenes comúnes. Ambos derivan de un juego con balón practicado en Gran Bretaña desde la época Medieval (el primer testimonio data de 1174), conocido con el nombre de football, aunque los históricos contemporáneos prefieren llamarlo folk football. Para comprender qué es el folk football es necesario apuntar en primer lugar que, antes del siglo XIX, los juegos estaban ligados a circunstancias especiales tales como las fiestas religiosas. En diversas localidades de Inglaterra era tradición organizar encuentros de folk football el Martes de Carnaval que, como saben, es el último día de Carnaval antes del inicio de la Cuaresma y del ayuno. El Martes de Carnaval era un momento autorizado y particularmente adecuado a la realización de actividades lúdicas, tales como el folk football. Todos los habitantes de una misma comarca, o de dos pueblos vecinos, formaban dos gigantescos equipos, que luchaban por introducir un balón en la meta adversaria. El balón era una vejiga de cerdo inflada revestida de cuero y podía avanzar siendo golpeado con patadas o llevado con las manos; no había reglas al respecto. Las metas eran edificios, tales como una iglesia o un molino y se encontraban a varias millas de distancia la una de la otra; el campo de juego era todo aquéllo que estaba en medio: calles, plazas, huertos, campos, setos, ríos, etc.

Farley, Futeball 1311, finales del siglo XX. Manchester, National Football Museum. Toto: Art UK
Vencía el equipo que primero lograba llevar el balón a la meta, algo que podía requerir muchas horas de auténtica batalla. De hecho, en el folk football estaba permitido de todo excepto matar; en las gigantescas melés que se formaban alrededor al balón, eran comúnes las contusiones, las heridas o las fracturas. Además, muchos de ellos jugaban en estado de embriaguez, echo que multiplicaba las probabilidades de incidentes.
Desde el año Trescientos las autoridades británicas intentaron en más de una ocasión prohibir tal fuente de inestabilidad, pero sin éxito. La crisis del folk football llegó a inicios del Ochocientos y fue la consecuencia de cambios económicos y sociales. En la segunda mitad del Setecientos, la revolución agrícola inglesa llevó al progresivo cercado de los terrenos, incentivado entre el año 1800 y 1810 por diversos Enclosures Acts (leyes sobre dichos recintos) emanados del Parlamento. Estas medidas impedían, de hecho, jugar al football tradicional: ya en el año 1815, el escritor Walter Scott se lamentaba de la desaparición de este juego de las campañas. La supervivencia del folk football fue aún más complicada por el Highway Act de 1835, que prohibió jugar al balón en las calles públicas. Asimismo, la revolución industrial atrajo a gran parte de los trabajadores en las ciudades, donde no había ni tiempo ni espacio para el football tradicional. A pesar de estos cambios, el folk football nunca ha desaparecido del todo de Inglaterra; todavía hoy sobrevive – en maneras menos violentas que en el pasado – en algunos lugares como Ashbourne, en el condado de Derbyshire. Aquí, cada año se celebra el tradicional encuentro de Shrovetide football (Shrovetide = los tres días antes del Miércoles de Ceniza) entre los habitantes de la ciudad. En este vídeo se puede ver un partido de Shrovetide footbal de Ashbourne.
El football de Webster: un juego de niños
El pintor Thomas George Webster (Londres, 10 de marzo de 1800 – Cranbrook, 23 de septiembre de 1886) era consciente de los cambios económicos y sociales ya descritos, pero prefirió ignorarlos. En sus cuadros no se encontraba ningún referimiento a la moderna civilización industrial; en el centro de su atención estaba la vida en los pueblecitos de campaña con sus tradiciones seculares, es decir un mundo que parecía irremediablemente perdido. Webster evocó dicho mundo de manera nostálgica e idealizada en numerosas obras como Football. Aquí el pintor quiso dar una imagen dulcificada y serena del folk football tradicional presentándolo como un juego para niños. Sin embargo, el cuadro puede dar una idea de lo que era en realidad una partida entre adultos. De hecho, los pequeños jugadores luchan con todos los medios a su disposición para apoderarse de la pelota. La “batalla” se produce en los campos que rodean un pueblo inglés; la escena está ambientada en un día de fiesta como se intuye por la presencia, a la derecha, de los padres de los niños con sus trajes más elegantes.

Thomas George Webster, Football, 1839. Manchester, National Football Museum. Foto: Art UK
Webster no dejó de describir malas conductas que debían ser frecuentes en las partidas de football entre adultos y que hoy un árbitro sancionaría con una roja directa. En primer plano a la derecha un niño arrodillado gimotea por haber recibido un golpe en el codo; detrás de él, otro se sujeta la espinilla tras haber encajado una patada, mientras tira de los pelos a un rival. En el centro dos jugadores en el suelo se ven arrollados por los demás. Por todas partes hay gorras caídas: bajar la visera sobre los ojos de un oponente debía ser la forma más rápida para desorientarlo (véase, por ejemplo, al chico de la camisa blanca que tropieza con el que tiene las piernas al aire en primer plano). A la izquierda un grupito de tres niños lucha por el balón: el del centro golpea el esférico mientras recibe un codazo en la cara del muchacho con chaqueta beige que, a la vez, baja la gorra sobre los ojos del otro que se encuentra más alejado. Frente a ellos hay un cuarto chico que está a punto de ser envestido por la masa. En el National Football Museum de Manchester se conserva también el boceto preliminar de Football, que tuvo un cierto éxito entre los artistas locales como demuestra la copia del año aproximadamente 1870 presente en dicho museo.

Thomas George Webster, A Football Game (Un partdo de football), 1839. Manchester, National Football Museum. Foto: Art UK

Alumno de Thomas George Webster, Football, 1870 aproximadamente. Manchester, National Football Museum. Foto: Art UK
El romanticismo de Webster entre nostalgia y humor
Webster puede considerarse un exponente del romanticismo, un movimiento artístico muy variado que en Inglaterra está representado en sus más altos niveles por los paisajes de Constable y Turner.
A diferencia de estos dos protagonistas del romanticismo europeo, Webster no mostró un particular interés por la pintura paisajística y, como ya hemos visto, se especializó en escenas de vida cotidiana ambientadas en pueblos de campaña. Su principal fuente de inspiración eran los cuadros de los maestros holandeses y flamencos del siglo XVII.
Una de las características del romanticismo era la nostalgia por épocas o condiciones consideradas más puras, donde el hombre vivía en armonía con la naturaleza. Webster encontró esta inocencia perdida en el mundo campesino, que aparecía cada vez más amenazado por la triunfante industrialización: no es coincidencia que sus obras eran apreciadas sobre todo en las áreas más industrializadas de Inglaterra, donde más sentida era la nostalgia por la vida en el campo.
Otra característica que contribuyó al éxito del pintor era su sutil sentido del humor, la capacidad de introducir en sus cuadros numerosos detalles que suscitaban la sonrisa de los espectadores. Tales elementos característicos se encuentran en Football, que fue expuesto en 1839 en la Royal Academy of Arts de Londres, donde fue elogiado por la vitalidad de la escena y la equilibrada construcción espacial. El cuadro, como muchos otros de Webster, representa a niños: sus juegos y sus bromas eran uno de sus temas favoritos.

Thomas George Webster, Contrary Winds (Vientos contrarios), 1843. Londres, Victoria and Albert Museum
La infancia es la época de la inocencia y de la espontaneidad, en la cual se mira a la realidad con ojos más puros; por estos motivos era un tema recurrente en el arte romántico europeo, que con la naturaleza buscaba una relación más llena y auténtica que no fuese contaminada por la civilización.

Philipp Otto Runge, Die Hülsenbeckschen Kinder (Los niños de Hülsenbeck), 1805. Hamburgo, Hamburger Kunsthalle
Sin embargo, la industrialización estaba haciendo cada vez más lejano el sereno mundo campesino pintado por Webster en cuadros como Football. De hecho, durante el siglo XIX millares de trabajadores abandonaron el campo para ir a la ciudad en busca de una ocupación más segura y mejor retribuida en las fábricas o en las minas. Aquí las condiciones laborales eran agotadoras: los operarios trabajaban seis días a la semana por doce horas diarias y no tenían ni tiempo ni energías para los juegos tradicionales, como el fútbol. Éste, de juego popular de campaña se estaba convirtiendo cada vez más en un juego de élite; de hecho, en la primera mitad del Ochocientos, las mejores escuelas inglesas – las Public Schools – adoptaron el football para disciplinar, mediante la actividad física, a los ricos estudiantes que las frecuentaban. De este tema y de la evolución del folk football en el rugby y en el fútbol modernos se tratará en el próximo post y en el sucesivo.
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