
Henri Rousseau llamado “el Aduanero”, Les joueurs de football (Los jugadores de football), 1908. Óleo sobre lienzo, 100,3 x 80,3 cm. Nueva York, Salomon R. Guggenheim Museum
Un pintor entre pasado y futuro
Henri Julien Félix Rousseau (Laval, 21 de mayo de 1844 – París, 2 de septiembre de 1910) fue uno de los artistas más originales e insólitos en el París de finales del Ochocientos e inicio del Novecientos. Pintor y músico autodidacta, lo llamaban “el Aduanero” porque trabajó durante años como recaudador en la aduana municipal de París.
Los críticos lo despreciaban y se reían de sus cuadros, que etiquetaban como “primitivos” y naif. Sin embargo, algunos de los más innovadores artistas de inicio del siglo XX lo admiraban y podían ver en su obra los síntomas de un nuevo, y más auténtico arte.
Por otra parte, las pinturas de Rousseau están a caballo entre primitivismo y modernidad; por un lado, parecen provenir de una época lejana en el tiempo por su simplificación formal, por otro, muestran un gran interés por las novedades del París del tiempo como, por ejemplo, el rugby.
El rugby en París en la época de Les joueurs de football di Rousseau
En la primera década del Novecientos, el Rugby football tuvo un gran éxito en París: era normal, para Rousseau, ver partidos más o menos improvisados en el Bois de Boulogne, el gran parque situado en la periferia occidental de la ciudad. En el año 1906 nació la selección nacional oficial de rugby francesa, que jugó su primer encuentro el 1 de enero en el Parque de los Príncipes de París contra los Originals (equipo que representaba a Nueva Zelanda). El 22 de marzo del mismo año, Francia se enfrentó también contra Inglaterra; desde ese momento, los duelos entre las dos selecciones se convirtieron en una cita anual. Entre 1906 y 1908 Francia jugó cinco partidos en total – uno con la selección neozelandesa, tres con Inglaterra y uno con Gales – perdiéndolos todos: el rugby francés ya era competitivo, pero no hasta el punto de poder imponerse ante los maestros anglosajones. Desde hacía algún tiempo, el Stade Français, el mejor equipo francés de la época, había empezado a enfrentarse a adversarios internacionales. Se remonta a la estación 1904-1905 el primer encuentro contra el Cardiff RFC, que era el mejor club de rugby de aquellos años: después, el equipo galés entró también en la historia del arte como veremos en uno de los siguientes posts. En 1908, año en que Rousseau pintó Les joueurs de football, volvió a ganar el campeonato francés el Stade Français que, después de haber dominado las primeras ediciones del torneo, había perdido cuatro finales consecutivas contra el Stade Bordelais desde 1904 hasta 1907.
Un partido de rugby de otro tiempo
Les joueurs de football es uno de los últimos cuadros de Rousseau, que en sus años finales pintó sobretodo paisajes exóticos imaginarios.

Henri Rousseau, Le lion ayant faim se jette sur l’antilope (El león hambriento se lanza sobre el antílope), 1905. Riehen (Basilea), Fondation Beyeler
El cuadro fue expuesto en el Salon des indépendants de París en 1908. Representa a cuatro señores con bigote que juegan con una pelota ovalada en el claro de un parque. La primera sensación que se tiene es la de encontrarse de frente a una visión fantástica, casi mágica.

Henry Rousseau, Les joueurs de football (Los jugadores de football), 1908. Nueva York, Salomon R. Guggenheim Museum
La composición es simple y ordenada: las copas de los árboles y los troncos forman una X, donde en el centro están los jugadores. Éstos están desproporcionados con respecto a las plantas y parecen gigantes comparados con ellas. También su aspecto resulta muy extraño: las caras son estereotipadas, los cuerpos son planos, bidimensionales y poco probables desde el punto de vista anatómico. Especialmente innaturales son las extremidades, dobladas como si fuesen de goma, y las manos, simplificadas al extremo. Los cuatro protagonistas del cuadro visten equipaciones de rayas horizontales, amarillo-rojas o blanco-azules. No hay indicios de otros compañeros de equipo; el partido parece un simple dos contra dos. Más bien, no parece ni siquiera un auténtico partido: de hecho, se diría que, más que jugar a rugby, los cuatro señores bailan lanzándose el uno al otro un balón oval. Por otra parte, sobre el terreno de juego no hay pistas ni de líneas, ni de porterías. No existen sombras en el cuadro: todo está sumido en una luz uniforme que aumenta la sensación de encontrarse de frente a una escena irreal. Las formas están cerradas por contornos elegantes y sinuosos; los colores vivos son aplicados con cuidado en áreas claramente delimitadas: estas características acentúan el rigor arquitectónico de la composición. Este interés por el equilibrio de las formas y los colores se acompaña por la indiferencia hacia:
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- las reglas de la perspectiva,
- la representación realista de la anatomía humana,
- la atención por la fisonomía y la expresión de los sentimientos,
- la imitación de los fenómenos atmosféricos.
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Las señaladas aquí son algunas de las principales características del arte europeo del Renacimiento en adelante. Les joueurs de football las ignora; por eso, si bien representa un deporte moderno, parece un cuadro de otro tiempo, de una época remota.
De lo visual a lo conceptual
Para entender el cuadro es necesario recordar la situación artística en Francia desde la mitad del Ochocientos hasta el inicio del Novecientos. En los años Sesenta del siglo XIX, los impresionistas se rebelaron contra las convenciones del arte académico adoptando una nueva técnica pictórica, basada en pinceladas rápidas. Su objetivo era reducir al máximo el intervalo entre percepción e reproducción de la realidad, para dar al espectador la “impresión” visual de un instante en el cambio continuo de la vida y de las condiciones atmosféricas (véase, por ejemplo, los cuadros de Claude Monet).
El arte de los impresionistas era principalmente visual. A finales de los años Ochenta del siglo XIX, pintores como Gauguin, Van Gogh, Cezanne e Seurat empezaron a experimentar nuevos y personales lenguajes figurativos, independientes de la simple imitación de la realidad.

Paul Gauguin, Vision après le sermon (La visión tras el sermón), 1888. Edimburgo, National Gallery of Scotland
Si bien tales pintores eran muy diferentes entre ellos, los unía el paso de un arte visual a uno conceptual: con formas y colores construían una realidad alternativa a aquella que tenían frente a sus ojos, daban vida a una creación autónoma que respondía exclusivamente a su sensibilidad.
El Aduanero Rousseau: un “primitivo” más moderno que sus contemporáneos
Si se tiene en cuenta la situación descrita anteriormente, resulta más comprensible el arte de Henri Rousseau. Las características que hemos visto en Les joueurs de football son comunes en todos sus cuadros que, como ya se ha mencionado, suscitaron las mofas de la crítica especializada de su tiempo.
Rousseau ha pasado completamente inadvertido a la crítica ignorante y maliciosa de su época. Sólo unos pocos pintores descubrieron poco a poco el valor real de su obra y entrevieron la influencia que tendría (Robert Delaunay)
Entre los pintores que lo admiraban y coleccionaban sus cuadros, vale la pena mencionar al menos cuatro grandes protagonistas de la vanguardia artística de inicios del Novecientos: Robert Delaunay (que era también un gran amigo), Pablo Picasso, Franz Marc y Vasilij Kandinsky.

Henri Rousseau, Joyeux farceurs (Los alegres comediantes), 1906 c. (cuadro que perteneció a Robert Delaunay). Filadelfia, The Philadelphia Museum of Art

Henri Rousseau, La charmeuse de serpents (La encantadora de serpientes), 1907 (cuadro adquirido por la madre de Robert Delaunay). París, Musée d’Orsay

Henri Rousseau, Le basse-cour (El corral), 1896-98 (cuadro pertenecido a Vasili Kandinsky). París, Musée National d’Art Moderne
Amaban la simplificación formal y cromática de sus obras y su equilibrio constructivo indiferente a la imitación de la realidad. Cabe destacar que el Aduanero alteraba deliberadamente la perspectiva y las proporciones independientemente de la verosimilitud: a un amigo que le señaló que, en La carriole du Père Junier (La calesa del padre Junier), el perro era demasiado grande, respondió que “así debe ser”.

Henri Rousseau, La carriole du Père Junier (La calesa del padre Junier), 1908. París, Musée de l’Orangerie
Los cuadros de Rousseau, también cuando están inspirados por la contemporaneidad, representan un mundo encantado, fuera de un espacio y de un tiempo determinados. Es por este motivo que los antes mencionados Delaunay, Kandinsky, Marc y Picasso veían en ellos ingenuidad, espontaneidad y franqueza: tres cosas que, según ellos, el arte europeo había perdido hacía tiempo porque estaba interesado sólo en la imitación de la apariencia de las cosas o al respeto de obsoletas reglas académicas.

Henri Rousseau, Portrait de femme (Retrato de mujer), 1895 c. (cuadro que perteneció a Pablo Picasso). París, Musée Picasso
En los cuadros del Aduanero, percibían un vigor y una pureza que podían encontrar todavía en el arte “primitivo” de las antiguas civilizaciones europeas, de las culturas africanas o en los dibujos de un niño.
A los doce años sabía dibujar como Rafael, pero necesité toda una vida para aprender a pintar como un niño (Pablo Picasso)

Pablo Picasso en su taller en el año 1932 (con el Retrato de mujer de Rousseau). Fonte: www.tate.org.uk
Es precisamente este carácter “primitivo” e infantil del arte de Rousseau el que decretó su éxito entre los artistas; incluso aquéllos de generaciones posteriores. Basta recordar que el checo Jiří Kolář pensó en él cuando fue encargado para realizar el cartel de Elche para el mundial de fútbol de España del año 1982.

Jiří Kolář, Cartel de Elche (para el Mundial de Fútbol de España 1982). Foto: Le Footichiste
La obra es un collage compuesto por una imagen de la Dama de Elche – busto escultórico de arte ibérico del siglo V-IV a. C. – con una reproducción de Les joueurs de football de Rousseau en su interior.

Dama de Elche, sec. V-IV a.C. Madrid, Museo Arqueológico Nacional de España. Foto: Francisco J. Díez Martín, CC BY-SA 2.5)
El Aduanero fue el segundo artista francés – después de Duchamp-Villon – en dedicar una obra al rugby. En general, Rousseau estuvo siempre atento a las novedades de su época, que aparecen con frecuencia en sus cuadros.
Por ejemplo, en su autorretrato Moi-même. Portrait-paysage (Yo mismo. Retrato-paisaje) del año 1890, se pinta con pincel y paleta – emblemas del pintor – frente a un paisaje dominado por distintos símbolos del progreso: un puente de hierro, un globo aerostático y la Torre Eiffel.
Se trata del primer gran cuadro en el cual aparece la Torre Eiffel, que fue inaugurada en la Exposición Universal de París en el año 1889, un año antes de que Rousseau pintara Moi-même. Retrato-paisaje. Muchos representantes del ambiente humanístico de la época consideraban la Torre Eiffel como un “horrendo monstruo metálico”. Hoy es el símbolo de París y el monumento de pago más visitado del mundo. Rousseau, el artista más despreciado por los críticos de su tiempo, fue el primero en comprender la excepcionalidad de dicha construcción; en su autorretrato del año 1890 llegó hasta el punto de identificarse con ella y con otros símbolos de la modernidad parisina.
Increíble como el artista Rousseau juega con los tamaños grandes desproporcionados de los primeros planos(el mismo efecto en fotografía)y los pequeñísimos de los planos más atrás. Lo que me gusta y encuentro súper interesante es q crea su propio estilo despegándose lo que se pintaba en esos tiempos.
Sí, era totalmente original y fuera de lo convencional. No imitaba al mundo, creaba un mundo: el suyo propio. Precisamente por eso era tan querido por los artistas de vanguardia.