
Ovidio Gragnoli, Il Grande Torino (El Grande Torino), 1949. Óleo sobre madera sintética, 70 x 102 cm. Colección particular. Imagen: Artnet
Hoy se cumplen setenta años desde que, el 4 de mayo de 1949, el avión en el cual viajaba el Grande Torino, de vuelta de un amistoso jugado en Lisboa contra el Benfica, se estrelló cerca de la basílica de Superga. Murieron en el acto todas las personas que viajaban a bordo: dieciocho jugadores, seis dirigentes y técnicos del club, tres periodistas y los cuatro miembros de la tripulación. Terminaba así la historia del equipo que desde la temporada 1942-43 había ganado todos los títulos en juego en Italia – cinco campeonatos consecutivos (los de 1943-44 y 1944-45 no se disputaron debido a la Segunda Guerra Mundial) y una copa Italia (torneo suspendido desde 1943 hasta 1957) – y que no pudo ganar competiciones internaciones ya que en los años Cuarenta no se jugaron.
El accidente del 4 de mayo de 1949 fue un trauma no solo para los seguidores del Torino, sino para todos los italianos. Una tragedia aérea es siempre un suceso impactante, pero en la Italia de 1949 lo fue de manera especial. En primer lugar porque en los italianos estaba aún reciente el recuerdo de los bombardeos aéreos de la Segunda Guerra Mundial (que terminó en 1945); la noticia de otro avión que provocaba decenas de víctimas de repente les devolvió a los tiempos terribles del conflicto.
En segundo lugar porque en Superga murió el equipo de fútbol del cual no solo los seguidores del Torino estaban orgullosos, sino también los apasionados de fútbol italianos en general. Para entender la importancia del Grande Torino en aquellos años es necesario describir brevemente la situación de Italia justo después de la guerra. Ante todo, cabe destacar que el país había salido derrotado de la Segunda Guerra Mundial; además, los gobiernos extranjeros no olvidaban que la Italia de Mussolini había sido aliada de la Alemania nazista y la consideraban cómplice no solo de los planes de conquista de Hitler, sino también de crímenes contra la humanidad como el Holocausto. En resumen, terminado el conflicto, Italia se encontró con una reputación internacional bajo mínimos históricos. Esto tuvo consecuencias también en el campo futbolístico ya que muchas federaciones no querían tener relaciones con la italiana: no sorprende que los primeros partidos de la selección nacional durante la posguerra fueron contra Suiza, que permaneció neutral, y contra Austria, que tenía una reputación aún peor que Italia. Con el paso de los años la hostilidad hacia Italia disminuyó y, a partir de 1947, también otras federaciones aceptaron organizar partidos de fútbol con la italiana. Por aquel entonces la nacional azzurra alineaba a numerosos jugadores del Torino y llegó casi a identificarse con el club granata: en el partido contra Hungría del 11 de mayo de 1947 salieron al campo a defender los colores de Italia hasta diez jugadores del Torino. Las victorias de la selección nacional, formada en su gran mayoría por jugadores del Grande Torino, dieron esperanza a los italianos de poder vencer de nuevo los mundiales de fútbol, que – después de doce años de interrupciones debido a la Segunda Guerra Mundial – se iban a jugar en Brasil en 1950.
A todo esto hay que añadir que el Torino fue el primer club italiano en jugar un partido en el extranjero en la posguerra (el 17 de septiembre de 1945 en Suiza) y que en los años sucesivos organizó muchos más encuentros fuera de Italia con el objetivo de aumentar los ingresos. Gracias a su juego espectacular, el Grande Torino se dio a conocer en toda Europa y también en América, donde su fama era enorme: solo recordar que en la gira brasileña del verano de 1948 los granata fueron acogidos como auténticas estrellas.
En resumen, el Grande Torino, que jugase con la camiseta granata o con la azzurra de la selección nacional, exportaba una imagen bella y ganadora de Italia después de años de derrotas y humillaciones:
El equipo encarna el deseo generalizado de volver a ser bellos, fuertes, aceptados. Los éxitos granata representan para muchos el mejor billete de presentación de la nueva Italia (Alfio Caruso, Un secolo azzurro, Cent’anni di Italia raccontati dalla nazionale di calcio, 2013, p. 189).
La tragedia de Superga conmocionó al mundo del fútbol también fuera de Italia ya que la fama del Grande Torino era internacional como ya hemos visto. Después del 4 de mayo de 1949, varios clubes, italianos y extranjeros, ofrecieron apoyo a la sociedad granata para ayudarla en la reconstrucción del equipo; el River Plate de Buenos Aires, sólo unas semanas después del accidente, viajó a Turín para jugar, el 26 de mayo de 1949, un amistoso con una selección con camiseta granata, donde los ingresos fueron donados a las familias de los jugadores fallecidos en Superga.
La historia del Grande Torino ha tenido connotaciones legendarias; en este post vamos a ver cómo esta leyenda ha sido contada por los artistas. El primero que dedicó una obra de arte al equipo fue el pintor toscano Ovidio Gragnoli (Grosseto 1893 – Florencia 1953) ya en el año 1949. El cuadro se titula simplemente Il Grande Torino y representa a todos los miembros del club fallecidos en el accidente aéreo: en el centro vemos a once jugadores con la equipación de juego y el escudo tricolor de los campeones de Italia, alrededor están los otros siete jugadores, los dirigentes y técnicos.

Ovidio Gragnoli, Il Grande Torino, 1949. Colección particular. Imagen: Artnet
El cuadro fue pintado pocas semanas después de la tragedia de Superga y refleja la conmoción del momento; de hecho, es evidente la voluntad del pintor de representar a todas las víctimas del Grande Torino para que perduren en la memoria de todos. Para pintar los retratos de los once titulares utilizó la fotografía más famosa del Grande Torino (ver más arriba) e imitó con mínimas variaciones la disposición y las actitudes de los jugadores. Detrás de las personas en primer plano domina un cielo gris como el del día del accidente; a la izquierda se ve la figura de la basílica de Superga y, en el centro, un avión con la cola rota; este detalle recuerda la más dramática de las fotos tomadas en el lugar de la tragedia. El cuadro exhibe un lenguaje realístico coherente con la producción de Gragnoli, especializado en escenas de vida cotidiana y en retratos. Para recordar la estrecha relación del Grande Torino con la selección italiana, Gragnoli representó en el ángulo inferior izquierdo a un jugador con un chándal negro donde se lee “Italia”.
La relación con la selección azzurra es el tema central de Quando il Torino era l’Italia de Giampaolo Muliari (Besana in Brianza, 1965). La imagen se puede dividir en cuatro secciones que cuentan cuatro aspectos de la historia que une al Grande Torino con la nacional azzurra y los apasionados de fútbol italianos.

Giampaolo Muliari, Quando il Torino era l’Italia (Cuando el Torino era Italia), 2006. Pastel y tinta china sobre cartulina, 70 x 80 cm. Colección particular. Imagen publicada con el permiso del autor
Abajo a la derecha están representados tres jugadores con la camiseta granata de cuclillas como posando para una foto, de izquierda a derecha están Franco Ossola, Guglielmo Gabetto y Ezio Loik. Arriba está representado el capitán del Grande Torino, Valentino Mazzola, jugando con la camiseta de la selección italiana en el ya mencionado partido contra Hungría de 1947. A la izquierda vemos a otro jugador del Torino con la camiseta azzurra, Aldo Ballarin, abrazado a Vittorio Pozzo, seleccionador italiano hasta 1948. El nombre de Pozzo está relacionado al periodo más brillante de la selección nacional italiana, ya que con él ganó los mundiales de fútbol de 1934 en Italia, la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 y también los mundiales en Francia en 1938. A la derecha vemos el nexo de unión entre las victorias de la selección y el pueblo italiano: Nicolò Carosio, el primer comentarista radiofónico del fútbol italiano. Sus crónicas de los partidos de la selección entusiasmaban a miles de aficionados reunidos en los locales públicos provistos de radio. Pintor realista con intereses por los temas sociales, Muliari ha dedicado varias obras al Torino y es director del Museo del Grande Torino e della Leggenda Granata.
También artistas que no tienen nada que ver con Turín e Italia han aportado su propia versión de la leyenda del Grande Torino. Es el caso, por ejemplo, de la artista/ilustradora japonesa Yuko Shimizu (no confundir con la homónima inventora de Hello Kitty), autora de Tragedy of Il Grande Torino.

Yuko Shimizu, Tragedy of Il Grande Torino (Tragedia del Grande Torino), 2014. Publicado en la revista 8×8 , número 3, 2014. Imagen: Yuko Shimizu
La imagen está entre aquéllas que Shimizu ha seleccionado de su página web para presentar su trabajo como artista lo mejor posible; ha sido creada para el artículo sobre el Grande Torino publicado en el año 2014 por Adam Digby en 8×8, una revista de fútbol estadounidense que suele acompañar artículos periodísticos con obras de ilustradores renombrados. Shimizu reside desde hace años en Nueva York y ha trabajado como ilustradora para varias revistas, entre ellas Time, Rolling Stone y GQ; ha creado también numerosas portadas de cómics DC, en particular de la serie The Unwritten. En sus obras une la gran tradición estadounidense en el campo de la ilustración – de la cual hemos tratado en los posts sobre Friberg, Remington y Leyendecker – con la no menos importante tradición japonesa; de hecho, su estilo lineal recuerda las estampas del siglo diecinueve de Katsushika Hokusai. En Tragedy of Il Grande Torino Shimizu demuestra conocer también a los maestros del arte europeo, ya que los dos ángeles arriba a la derecha son similares a aquéllos de algunas xilografías de Alberto Durero. En la obra vemos abajo a la izquierda la basílica de Superga y al avión envuelto en llamas (se trata de una “licencia poética” ya que el accidente de 1949 no afectó al edificio); el fuego forma como una corriente que transporta al cielo a los jugadores con la camiseta granata. En resumen, en esta imagen los jugadores del Grande Torino son como héroes que suben entre los inmortales; observando la obra viene a la mente lo que escribió Indro Montanelli poco después de la tragedia de Superga:
Los héroes son siempre inmortales a los ojos de quien en ellos cree. Y así los muchachos creerán que el Torino no ha muerto: está solo jugando a domicilio (Indro Montanelli, del Corriere della sera del 7 de mayo de 1949).
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